Antonia Jiménez y Marta Robles: Parece que la historia nos borra a todas en todos los campos, no solo en el guitarrístico

Antonia Jiménez y Marta Robles: "Parece que la historia nos borra a todas en todos los campos, no solo en el guitarrístico" AG

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Antonia Jiménez y Marta Robles: "Parece que la historia nos borra a todas en todos los campos, no solo en el guitarrístico"

La tocaora Antonia Jiménez y Marta Robles, líder del exitoso grupo Las Migas, coinciden con sus respectivos espectáculos en el Flamenco Festival de Nueva York. Esta es una buena oportunidad para revisar el lugar actual de las guitarristas en la escena flamenca.

24 abril, 2024 01:41

Mujer, guitarrista, flamenco. La combinación es explosiva. A las féminas que reúnen esas características y logran demostrar su talento sobre el escenario frente a un público, les catalogan de rompedoras y valientes. No es ninguna exageración, y como ejemplo están Antonia Jiménez y Marta Robles.

Estos días Antonia y Marta coinciden con sus respectivos espectáculos en la programación del Flamenco Festival de Nueva York, la cita más importante de flamenco fuera de España. Marta Robles con Las Migas llevando Libres, disco por el que ganaron el Latin Grammy en 2022 al Mejor Disco flamenco, y a punto de publicar en abril su nuevo trabajo, Rumberas.

Por su parte, la tocaora de fama internacional y compositora Antonia Jiménez junto a la cantaora Inma La Carbonera presenta A Gaya, un espectáculo con composiciones propias con textos de poetisas españolas como Santa Teresa de Jesús, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Concha Méndez, Carmen Conde o Federico García Lorca.

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La coincidencia es una excusa para explorar el recorrido de estas dos excepcionales artistas en un terreno que ha estado reservado para los hombres. Porque también guitarrista, mujer y flamenco es una ecuación que encuentra resistencia en una arena donde el machismo perdura.

Marta Robles, desde Barcelona, y Antonia Jiménez, desde Madrid, cuentan que han recorrido caminos diferentes, pero tienen puntos en común, como la experiencia en el extranjero. Además, ambas se han hecho de un lugar como guitarristas en la escena musical, por lo que poseen una percepción muy particular del sitio que ocupan las mujeres en el microcosmos de los y las guitarristas, así como en el flamenco.

Especialidad: hacer cosas diferentes

Cuando Antonia Jiménez (Puerto de Santa María, 1972) tenía cinco años pidió de regalo una guitarra. Cuenta la leyenda que le regalaron una muñeca en su lugar. Si bien existen otras versiones de cómo llegó una guitarra a sus manos, cierto es que la música no era un habitante permanente en su casa. El camino hasta llegar a convertirse en una de las mejores guitarristas de la escena flamenca ha estado, pues, lleno de curvas. 

"Me han puesto zancadillas… gente mediocre", dice con una sonrisa, restándole importancia al pasado, aferrándose más bien a su presente con el que dice sentirse feliz después de 30 años de carrera artística. 

Antonia Jiménez a la guitarra

Antonia Jiménez a la guitarra Pepe Zapata

"Siempre he sentido una fuerza interior, no sé definirlo, pero es la felicidad que encuentro al hacerlo, sentirte que estás en el lugar correcto, esa sensación me la da la guitarra", describe una de las pocas guitarristas que ha luchado por un sitio en el flamenco - valga recordar: un patio reinado por hombres -, fogueada en Japón y otros países, lo cual le ha supuesto una gran proyección internacional. 

Por su parte, Marta Robles (Sevilla, 1975), primero entrenada por su tío Rafa, luego inmersa en la educación musical formal, echa la vista hacia atrás. "Yo era muchas cosas raras a la vez: una mujer formada en guitarra clásica que empezaba a hacer flamenco, eso más bien me dio mucho poder para marcharme al extranjero". Durante los siete años que pasó en Ámsterdam formó un grupo con otras chicas.

Agrupación 'Las Migas' con Marta Robles a la cabeza

Agrupación 'Las Migas' con Marta Robles a la cabeza Cedida

"Entre que éramos jóvenes y que encima traíamos una música nueva, me dije: 'vale, mi especialidad va a ser hacer cosas diferentes'". Con el fogueo, la sapiencia adquirida y el objetivo claro de que quería formar otro grupo musical conformado por mujeres, al volver al país e instalarse en Barcelona, armó Las Migas. 

De eso hace dos décadas y a pesar de que han vivido cambios, la ambición de ser un referente para las nuevas generaciones de chicas, por lo que son y por lo que cantan, sigue intacta.

Aunque Marta lleva en su ADN el flamenco, y de hecho su música bebe del género, no se define como una guitarrista flamenca al cien por ciento. Más bien, considera que siempre ha estado en "un límite entre la guitarra flamenca, clásica y pop, por lo que no lucho por tener esa etiqueta de flamenca, yo soy guitarrista y punto", asevera. 

Y como tal lleva la verdad por delante: "Si eres mujer y quieres dedicarte a esto, hoy por hoy no es difícil, simplemente tienes que luchar mucho", afirma la líder de Las Migas, un grupo que se apoya en su independencia creativa, desde la composición hasta la producción discográfica, conformado actualmente además por Carolina Fernández, Alicia Grillo y Laura Pacios.

Borradas de la historia

Hubo un tiempo en el que varias guitarristas resaltaron en la escena flamenca en España. La jerezana Merced Fernández Vargas, ‘La Serneta’ (1837- 1912), la madrileña Victoria de Miguel (1900 -2000?), las malagueñas Trinidad Huertas y Marías Aguilera, Paca La Coja.

Como también Adela Cubas (fallecida en 1923), gran guitarrista que alcanzó hasta fama internacional. Estudiada a fondo por la profesora de flamenco y catedrática Eulalia Pablo en su libro Mujeres guitarristas (2009), tal como lo cita Virginia López Enano en su reportaje Soy mujer y quiero tocar la guitarra flamenca (El País, 2017).

Es apenas un puñado de nombres que pocas y pocos historiadores han desempolvado a duras penas de la amnesia colectiva, pero ¿qué ocurrió para que esas mujeres quedaran sepultadas en el olvido?

"Parece que la historia nos borra a todas en todos los campos, no solo en el guitarrístico", responde instantáneamente Antonia Jiménez, y una explicación la encuentra en la teoría del historiador Josemi Lorenzo Arribas.

Jiménez cita al autor del ensayo ¿Dónde están las tocaoras?, quien sostiene que antaño a medida que se profesionalizaba la guitarra y al producirse un evidente cambio de rol secundario de solo acompañamiento a tomar más poder y protagonismo, a las mujeres las relegaron, prácticamente fueron apartadas del lugar que habían venido ocupando.

"Socialmente las mujeres tampoco tenían poder, con la Guerra Civil esa condición se acentuó aún más y con el franquismo literalmente desaparecimos", resume eficazmente Antonia, y añade "sé el poder que tiene la guitarra dentro del flamenco, el guitarrista o la guitarrista tiene que dominar todos los lenguajes para acompañar tanto al toque como al cante o al baile, además de componer".

En el citado ensayo, Josemi Lorenzo Arribas hace notar la absoluta falta de curiosidad por parte de la comunidad flamencológica hacia las mujeres guitarristas. Da la sensación de que para esta "no es relevante", a pesar de la incursión de féminas guitarristas - tal como Jiménez - y de la aparición de grupos de mujeres a lo largo del tiempo – el caso de Las Migas -. 

"Siendo guitarrista comprendo que ha sido muy difícil para las mujeres volver a tener un acceso, y es una responsabilidad inmensa estar ahí", zanja Jiménez. 

La guitarra feminista

Como cosa curiosa, tanto para Marta como para Antonia, la ausencia de referentes femeninos no fue algo de lo que se percataran de inmediato. A ambas les llevó tiempo darse cuenta de que esa falta se trataba de una mera normalización e invisibilización.  

Marta Robles cuenta que ni cursando la carrera de Guitarra Clásica en el Conservatorio Superior de Música de Sevilla Manuel Castillo, reparó en la casi inexistencia de mujeres. Cuando empezó a hacer incursiones en el flamenco esa percepción cambió.

"Sinceramente me he topado con pocas mujeres guitarristas en mi camino", afirma Robles y aprovecha para recordar el proyecto Dos mujeres tocaoras (2014) junto a Antonia Jiménez, una experiencia de la que guarda un gran recuerdo, "fue muy bonito, un aprendizaje superchulo", comenta. 

"En el mundo del flamenco no existe un lugar para las mujeres instrumentistas, no porque no haya, que sí las hay, lo que pasa es que no tienen visibilidad, hay reticencia a ser incluidas", asevera Robles. Tanto Marta como Antonia relacionan esa persistente renuencia a sumar mujeres al eterno debate de la renovación del flamenco, donde chocan el purismo y la modernidad.

Además, "cuando ves que la gran mayoría de maravillosas y excepcionales guitarristas en el país son extranjeras, te percatas de que algo no está bien en nuestra sociedad, de que aún arrastramos los preceptos de la Guerra Civil y del franquismo, y de que en el extranjero, a diferencia de España, están libres de prejuicios", apunta Antonia.

Profundizando en la cuestión de la visibilidad de las guitarristas, pero también en las supuestas diferencias entre ellas, elles y ellos a la hora de la ejecución, Antonia deja claro que la música va más allá del género, que hay que alejarse de estereotipos y que su sensibilidad musical es feminista.

"Yo no creo en una guitarra femenina, pero sí en una guitarra feminista", se muestra firme Jiménez, y añade que el hecho de subirse a un escenario implica "darle voz a la mujer y me posiciona socialmente en un sitio". 

En ese sentido, en los encuentros formales e informales con su homólogas, Marta nota un pensamiento en común: "hay que estar aquí, en primera línea". Como también se ha percatado de que se comparte "la sensación de tener una responsabilidad sobre todo con respecto a las generaciones que vienen, y hacer las cosas bien para que las chicas vean que existen mujeres guitarristas y así tengan ganas de dedicarse a esto".